No sé por qué, pero con el paso de los años me he vuelto más exigente con muchos temas relacionados con la escritura y las novelas: me documento mucho más, reviso mis escritos mucho más, soy más meticulosa con mi manera de narrar, profundizo más en los personajes y me cuesta muchísimo más encontrar título para las novelas.
Y de esto último vengo a hablaros hoy: EL TÍTULO, el ansiado título.
Cuando empecé a escribir la historia de Austin y Lydia, el tercer hermano Gallagher (ver Nunca serás agua y Sobre las luces de Chicago), me dije que el título saldría antes o después. Suele ser así: de pronto estás pensando en algo y te viene una idea, o escribes una frase que quedaría perfecta, o te inventas una escena donde el título sea el elemento principal…
La cuestión es que confié en que las musas, los astros o la inspiración divina me iluminara con un título de esos que tanto gusta en novela romántica, uno atrayente, que sonara bien y que diera sentido a la historia, pero fue pasando el tiempo y el dichoso titulito se me atragantó. Tanto fue así que cuando acabé de escribir y de corregir la primera revisión me daba cabezazos en la mesa de la desesperación (literal).
Llegó la hora de pasar el manuscrito a mis lectoras 0 y la historia continuaba llamándose Austin&Lydia, e incluso me planteé la posibilidad de que fuera ese el nombre, pero no hay nada mejor que tener unas lectoras 0 cojonudas con una vista de lujo.
¿Por qué? Pues porque sin ellas mi trabajo no estaría completo y porque gracias a ellas surgió el título perfecto para esta historia:
CUANDO TE ENAMORES DEL VIENTO
¿Y dónde está la curiosidad de todo esto? Pues que fueron dos la que tuvieron la idea, dos que no se conocen de nada y que ni siquiera están en el mismo chat. Dos que se llaman LYDIA, como la protagonista.
¿Es o no una curiosidad genial? 😉